Dicen que en enero tiene lugar el día más triste del año. No es otro que el tercer lunes del mes y ha sido bautizado como ‘Blue Monday’. ¿Los motivos? La cuesta de enero, la toma de conciencia de los gastos en comida, regalos y lotería de Navidad, el mal tiempo propio del invierno y descubrir que esos propósitos que nos hicimos al brindar por la entrada del 2018 empiezan a quedarse arrinconados.
Para mí, enero tiene cosas muy positivas. Es tiempo de cambio y de mejoras, de programar nuevos proyectos y ¡de rebajas! Que nunca está de más incorporar nuevas prendas y complementos al armario. Si algo bueno tiene también este mes para los que vivimos en Zaragoza es que podemos comer roscón por partida doble.
No hay mejor forma de empezar el año que con un regusto dulce en el paladar, por eso en mi casa no falta el roscón el día de Reyes, que siempre compartimos en familia tras abrir los regalos que nos han dejado debajo del árbol. A final de mes, para suerte de los lamineros, se celebra San Valero, el patrón de Zaragoza, y ya sabéis lo que dice el refrán: San Valero, ventolero y rosconero.
El dicho hace referencia al cierzo, que suele soplar con fuerza en esta época del año y se convierte en un protagonista más del 29 de enero, y al roscón, dulce que como marca la tradición está presente en las mesas de los zaragozanos para desayunar, merendar o como postre de la comida.
Mi favorito es el que elaboran en Bakery&Cakes, porque emplean ingredientes cada vez más naturales y saludables y porque le dan importancia al diseño como elemento distintivo. Me gusta tanto que siempre aprovecho para hacerme con más de uno y así disfrutar del dulce hasta ya entrado el mes de febrero. Su masa contiene harina, azúcar y sal, leche, huevo, agua, mantequilla y naranja confitada. Después la trabajan con cuidado y la mezclan con masa madre para cubrirla con huevo y dejarla fermentar durante media hora.
La decoración es imprescindible, y tras colocar la fruta confitada se procede a hornear. El relleno también hace las delicias de todo tipo de paladares: nata, para los más clásicos, o trufa y crema para los que prefieran innovar. El azúcar glas espolvoreado por encima la da un toque final delicioso.
¡A ver a quién le toca la sorpresa en esta ocasión!