Todavía no puedo creerme que al fin tenga un momento de desconexión y tranquilidad. Parecía que los problemas no iban a terminar. Pero al fin han cesado. Me encuentro descansando en la calle Zurita, disfrutando de los últimos minutos del atardecer.
Bebo un poco de mi zumo de naranja, fresquito y natural, que he comprado minutos antes en el Bakery&Cakes y suspiro relajadamente. En mi regazo descansa Max, mi bulldog francés. También parece agotado. “Hoy me has dado un buen susto, pequeño”, le reprimo con cariño.
En tan solo doce horas he vivido una auténtica odisea.
7:30 a.m
Suena el despertador y, como todos los días, salgo rápidamente de la cama, me ducho y me visto con lo primero que encuentro del armario. El tiempo apremia. Me dirijo hacia la cocina para preparar mi desayuno y el de Max, quien al oír cómo se agita el pienso en el cuenco corre acaloradamente a mi encuentro. Los dos desayunamos a toda prisa. Menos mal que tengo siempre un muffin de espelta y chocolate sin azúcar de Bakery&Cakes preparado para poder comérmelo por el camino.
Esquivo como puedo todas las maletas, mochilas, zapatos y documentos esparcidos por el suelo de la entrada. Mañana salgo de viaje con mis amigos y, aunque estoy muy emocionada, todavía no he tenido tiempo para organizar todo lo que tengo que llevarme. “Esta noche sin falta termino de preparar la maleta”, me prometo. Cierro la puerta de casa mientras veo cómo Max juega con los zapatos desordenados.
10:15
¿Qué más cosas podrían haberme pasado en tan solo dos horas? Nada más llegar al trabajo me he vertido todo el café por la camiseta al chocar contra un compañero que también iba con prisas por la oficina. He tratado de eliminar la mancha, pero el remedio ha sido peor que la solución.
Al volver a mi despacho, busco entre mis papeles para seguir trabajando, pero por mucho que lo intente no lo encuentro. Entonces recuerdo que ayer me llevé el documento a casa para revisarlo… “Menuda cabeza”, me reprimo.
14:20
Llego a casa agotada. Me tumbo en el sofá, rendida, mientras Max me observa atentamente, suplicando su comida con la mirada. “Voy, voy, ahora comemos algo”, le digo mientras me dirijo a la cocina. Abro la nevera para prepararme algo rápido y fresquito, pero… ¡sorpresa! La nevera está vacía. ¡No puede ser! Hoy tenía que hacer la compra y se me ha olvidado con tantos imprevistos!
“Espérame Max, bajo al súper y ahora te pongo tu comida”, le digo con las llaves en las manos. Pero él, impaciente, sale corriendo de casa al abrir la puerta. “¡No! ¡Todavía no es la hora del paseo!”, trato de seguir sus pasos pero él corre más que yo. Salgo desesperadamente a la calle y trato de buscarle con la mirada. Pero no le veo por ningún sitio. Le he perdido la pista.
19:10
Continúo corriendo por todas las calles. ¿Qué voy a hacer si Max no aparece? Mañana no podré irme de viaje, no me iré sin encontrarle. Sigo corriendo entre con la esperanza de hallarle en algún rincón.
20:30
A punto de darme por vencida, decido pasarme por el Bakery&Cakes que suelo frecuentar para hacerme algún regalo que me suba el ánimo. Y ¡sorpresa! Max estaba esperando paciente en la puerta del establecimiento. Ambos corremos al encuentro. Le abrazo con lágrimas en los ojos. “Sabías que vendría aquí, ¿verdad?”, le digo aún sin dejar de abrazarle, “me has dado un buen susto… anda, vamos a tomarnos algo”.
Entro en Bakery&Cakes y me pido un zumo de naranja natural bien fresquito, perfecto para finalizar este caluroso y ajetreado día.
20:37
Me siento en el banco exterior de Bakery&Cakes y bebo de mi bebida fresquita mientras Max disfruta también de su galleta favorita.
No puede haber mejor forma de finalizar el día: el atardecer, Max y zumo de naranja natural de Bakery&Cakes.